Dicen que tienes veneno en la piel

En más de dos décadas ya (se dice pronto) teniendo experiencias bajos los mares más remotos del planeta, he sufrido algunos sustillos y contratiempos…, tales como algún ataque de tiburón, mordedura de morenas, descargas eléctricas de rayas y alguna cosa más, pero todos esos encuentros con animales se saldaron sin graves consecuencias y apenas sirvieron para aumentar el largo listado de anécdotas que hoy, afortunadamente, puedo contar.

Sin embargo, lo único que ha conseguido apartarme del mar más de un día y fue, ni más ni menos, que la picadura de uno de los peces más venenoso que existe, el Pteroisvolitans, más correctamente conocido como pez escorpión (porque pertenece a la familia de los Scorpaenidae), pero sorprendente conocido coloquialmente como pez león.

En Pepe Dive Mahahual solemos organizar campañas de control de plaga de pez león, ya que desde hace años se ha convertido en una especie invasora que está poniendo en grave peligro la vida marina en el Caribe. En una de estas inmersiones, al manipular bajo el agua algunos de los ejemplares capturados, me pinché accidentalmente en un dedo de la mano izquierda. Fue un buen pinchazo, la espina me atravesó el dedo, entró por la yema y salió cerca de la uña. En cada una de sus 18 espinas dorsales, el pez león tiene glándulas que contienen un veneno muy tóxico y aunque la mayoría de los venenos tomados en cantidades suficientes son mortales, la cantidad que inocula este animal es insuficiente para convertirse en mortal para el ser humano…, pero sí es muy muy doloroso.

El dolor apareció enseguida y media hora después, cuando realizaba mi correspondiente parada de seguridad antes de salir a superficie, ya la primera falange de mi dedo estaba inflamada. Sólo era el comienzo. No me preocupé mucho al principio porque sólo era un fuerte dolor en el dedo…, sabía que iba a doler mucho y me obligué a no darle importancia y, casi una hora después, cuando llegamos al muelle de pescadores de Mahahual, me puse a ayudar (en lo que podía) a mis compañeros en el traslados de equipos al centro de buceo y fue cuando empezó todo. El dolor era tan intenso en mi mano que me provocó un desvanecimiento. Caí redondo en el sillón de la pick up, pero en el camino al centro de buceo parecía que se me había pasado el mareo, pero no. Poco después sufrí una bajada de tensión importante: un zumbido en los oídos, pérdida de visión, flacidez muscular, sobre todo en las piernas, para terminar con vómitos abundantes.  Me llevaron a casa (donde sufrí el segundo desvanecimiento por el dolor y la segunda bajada de tensión) y metí la mano en agua caliente, que es el único remedio que existe para paliar las consecuencias del tóxico.

Fueron horas dolorosas en las que sólo me observé la mano. Noté como el veneno, poco a poco, ganaba terreno a través de los vasos sanguíneos e imaginé a un ejército de anticuerpos inmunoglobina E luchando sin esperanza bajo mi piel y retrocediendo milímetro a milímetro. Vi como el dedo índice se me ponía como una salchicha de Frankfurt, luego la batalla interna pasó a localizarse bajo la colina de mi nudillo y vi que se hinchaba, poco a poco, como una pelota de golf. Supongo que fue una lucha sin cuartel, en la que el veneno fue más poderoso que los anticuerpos y la mano completa terminó pareciéndose a la de Mickey Mause. Por entonces, yo ya tenía fiebre y el dolor no remitía, pero me distraía apuntando todas las sensaciones que estaba experimentando en mi extremidad lesionada. La mano palpitaba internamente, no sabría decir por donde exactamente, y el dolor era como un punzón romo que intentaba atravesar mis dedos y la palma de la mano. Finalmente, la lucha interna fue bajando de intensidad a lo largo de la noche y el veneno sólo llego hasta la mitad de mi antebrazo, que también mostraba una inflamación importante. Al día siguiente, el dolor ya casi había desaparecido, aunque la hinchazón de mi mano continuaba cuatro días después. Tuve que esperar al quinto día para reconocerla…, porque esa era la mano de otra persona.

Dicen que el veneno es el arma del cobarde, pero en este caso, el pobre pez león apenas tiene culpa de esto. Es uno de los animales más hermosos que he visto bajo el agua, pero también uno de los más peligrosos, pero así es la naturaleza, contradictoria, y debemos aceptarla tal cual es, para que el equilibrio se siga manteniendo y con él la subsistencia de nuestro planeta.

¡Larga vida a los océanos!

PD: El pez león (y unos cuentos ejemplares más) fue convertido en un rico ceviche del que ya dimos cuenta en Pepe Dive Mahahual. La venganza se sirve en plato frío. ¡Cuida el arrecife. Come Pez León!

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