El cementerio de los barcos olvidados

Me gusta mecerme en el silencio de un naufragio porque, tras él, se esconde siempre un drama…, y no por esos lamentos angustiosos que percibimos los buceadores entre barandillas rotas y pasarelas oxidadas al oír el crujir de estos gigantes dormidos…, sino porque todo barco se hizo para estar sobre las aguas. Por eso un pecio siempre es la tragedia materializada.

Esta semana el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia de México) desveló el descubrimiento de un nuevo naufragio en nuestro querido Banco Chinchorro. Es el número 70 de esta reserva, quizá la mayor concentración de pecios del mundo. Se trata de un velero de posible filiación británica que pudo haber surcado el Caribe mexicano hacia finales del siglo XVIII. Uno de nuestros barcos de la Cooperativa participó en las prospecciones que se hicieron en febrero pasado que llevó al equipo de arqueólogos del INAH y a los mecenas estadounidenses que colaboraron con la financiación del proyecto.

Entre los restos inventariados están una serie de lingotes pig iron que se usaban como lastre, algunos tubos, un cañón de aproximadamente 2.5 metros de largo y un ancla del tipo “almirantazgo”, muy habituales en estas embarcaciones a finales del siglo XVIII.

El atolón de Banco Chinchorro -conocido como “El Quitasueños” por los grandes navegantes por sus traicioneros arrecifes- está a unos 30 km. de la población de Mahahual, donde está nuestra base de operaciones, y es hoy uno de los grandes paraísos del buceo, no sólo por la concentración de pecios sino por su gran biodiversidad.

La historia de la navegación en la región del Caribe es de continuos viajes de exploración, comercio, contrabando y conflictos bélicos. Desde mediados del siglo XVII hasta el XIX los ingleses lograron el dominio de este espacio marítimo y el tránsito de embarcaciones cargadas de productos valiosos, sobre todo maderas preciosas, que iba desde Belice, pasando por Yucatán y Jamaica, hasta cruzar el océano y arribar al Viejo Mundo. Muchas de estas embarcaciones quedaron atrapadas en “El Quitasueños” y hoy estos naufragios son un monumento a la historia, un cementerio de hierros oxidados donde reina la paz y que da cobijo a numerosos cardúmenes de jureles, pargos, peces loro, peces león, etc., que viven confiados y ajenos a lo que pasó allí hace muchos siglos.

Algunos de estos 70 naufragios pueden visitarse actualmente. En Pepe Dive Mahahual estamos acreditados como Guías de Pecios Históricos por el INAH y la CONANP. Los profesionales con esta acreditación son los únicos autorizados a guiar grupos de buzos por estos sitios arqueológicos. Entre los pecios visitables están:

El Cuarenta Cañones: se trata de los restos de un navío probablemente inglés del siglo XVIII, que yace en la laguna interior de Banco Chinchorro. No se sabe con certeza la fecha exacta del hundimiento del navío de línea, pero la tradición oral entre los pescadores de la región cuenta, por lo menos desde mediados del siglo pasado, que en el lugar se hallaban 40 cañones que, tras años y años de continuo saqueo, se redujeron a 36 y que hoy pueden verse claramente apoyados sobre la blanca arena a unos ocho metros de profundidad. En la búsqueda de tesoros, se han extraído objetos, y no sólo aquellos que se encuentran en la superficie del lecho marino, sino, de manera destructiva, se han detonado explosivos para liberar material solidificado. Pese a esta lamentable situación, Cuarenta Cañones aún preserva información importante para su investigación histórica y arqueológica, particularmente en relación con los procesos de navegación en el área, actividades militares, tecnología naval, vida cotidiana a bordo, así como náutica, entre otros.

Muy cerca de este sitio arqueológico, próximo a Cayo Norte, se encuentran los restos del Caldera, un barco de vapor que encalló en el siglo XIX y del cual se conserva la caldera y muchas otras partes de la estructura.

Sin embargo, para los buceadores de todos estos naufragios el más atractivo de todos es el pecio Ginger Scout. Se trata de un buque de carga que transportaba maquinaria pesada y materiales metalúrgicos, con extensión de más de 3,500 metros cuadrados que data de principios del siglo XX. La hélice o propela que yace de pie enterrada en el arrecife de coral es lo más espectacular del naufragio y no hay buzo que evite la tentación de hacerse una foto junto a la enorme pieza.

El Ángel es otro de los famosos naufragios. Es una embarcación velera que conserva su jarcia y gran palo sobre el que se iza la vela mayor y cuyo casco mide alrededor de 30 metros de largo por nueve de ancho.

Por último, el Far Star es el otro sitio que más gusta a los buceadores recreativos. Son los restos de un barco de la segunda mitad del siglo XX que tuvo un accidente provocado para hacer efectivo el cobro del seguro.

Este conjunto arqueológico, repartido a lo largo y ancho del atolón de Chinchorro, “El Quitasueños”, lo convierte en el Gran Cementerio de los Barcos Olvidados. Un buzo amante de los pecios no puede morir sin ser testigo de este trozo de Historia.

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