autotrastornados por el mar

«Autotrastornados» por el mar

Desde tiempos inmemoriales, para bien o para mal, el mar siempre ha sido una obsesión para el hombre, obsesionado por una idea tenaz y persistente que nos incita a abarcarlo en todas y cada una de sus dimensiones…, que son muchas.

Quizá sea esa fama de indómito y salvaje lo que le ha hecho ser temido y admirado a partes iguales y, a ratos, querido y odiado…, amado e ignorado. ¿Que tiene el mar que a todos nos atrapa y nos devora el alma, de forma indolora, pero irremediable?

Llevo ya unos cuantos años dirigiendo centros de buceo en el paraíso olvidado de Mahahual, mecido y mimado por el cálido Caribe mexicano. En este tiempo no he parado de ojear curriculums y curriculums de instructores y divemasters y me he dado cuenta que detrás de todos ellos hay mil historias humanas diferentes pero que casi todas tienen un nexo común, una búsqueda de un concepto diferente de vida, una huida de un mundo incapaz de satisfacer las necesidades de sus almas rebeldes. Algunos de esos ¨fugitivos¨ ya han estado conmigo aquí y otros están a punto de llegar a este extraño lugar, un paraíso habitado por “autotrastornados” que, como todo, tiene caras muy diferentes. Todos estros chicos que han estado formándose o trabajando con nosotros tienen una historia detrás, algunas tristes y otras… también. No todos lo reconocen, pero huyen de algo, pues como todos…, y yo el primero. Son como los poetas malditos de Paul Verlaine -retratados como diferentes respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas pero dotados de talento- errando eternamente en busca de un rumbo que no llega, pero que creen ciegamente en que sólo es cosa de tiempo hallarlo. En cierta manera, todos ellos saben que quien no se enfrenta a su pasado no tiene opciones de abrazar su futuro. Cada cual encontró el mar de forma diferente y en momentos distintos de su vida, pero todos coinciden en decir que el océano les da paz, estabilidad, sentido a sus vidas y les marcan nuevas metas y retos que cubrir…, en definitiva, que les da la vida. Me lo creo. Además de oírles, les he observado bajo el agua, como se mueven, como se comportan, como guían y lideran a los grupos de buceadores, como se adaptan a este mundo tan hostil para el ser humano, pero tan obsesivo y, a la vez, atractivo para muchos de nosotros. Unos tienen ya mucha experiencia, otro no, unos saben mucho, otros lo sabrán pronto, pero todos tienen una misma y extraña habilidad, la de fundirse con el mar hasta casi desaparecer, más bien, desdibujar su forma humana. Cuando consiguen distraer a los clientes unos segundos, enseñándoles un cangrejo araña, unas minúsculas gambas de anémona o una malencarada morena enrocada y se apartan discretamente del grupo, por unos segundos, les he visto desaparecer, casi convertirse involuntariamente en una gota de agua transparente, licuarse totalmente y mimetizarse magistralmente con el entorno, con el bello arrecife de Mahahual, para volver enseguida a su forma humana antes de que los clientes puedan advertir el cambio…, quizá ni ellos mismos se hayan dado cuenta de la capacidad que tienen…, pero yo lo he visto. Son seres de agua, no tengo ninguna duda. Ellos son los que algunos llaman almas azules, aunque en realidad son, como yo, seres libres e inconformistas ¨autotrastornados¨ por el mar, cautivos de la belleza que irradia la naturaleza sumergida, prisioneros de este misterioso mundo profundo… Y como a mí, a todos estos fugitivos, seguramente, un día les guste decir: ¨y si un día muero que digan de mi que viví en los tiempos del océano¨.

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