El minúsculo Mahahual es, en realidad, un gran “microuniverso” donde siempre –para bien o para mal- está pasando algo, no sólo bajo el agua, en nuestro maravilloso arrecife, sino fuera también, en los manglares, en el pueblo e, incluso, en negocios tan pequeños como el nuestro. Ante mis ojos de periodista son grandes historias desaprovechadas y, por eso, este blog servirá para contarles esos episodios cotidianos que pasan desapercibidos para la mayoría pero que son importantes para los que estamos detrás de esta pequeña fábrica de ilusiones que es Pepe Dive Mahahual. Asómensen a esta pequeña ventana con vistas a Mahahual y sepan, que por muchas cosas que aquí ocurran, siempre todo acaba igual… tranquilo y tropical.
Cada vez son más los niños que pasan por nuestra escuela de buceo. Se les detecta a distancia: son decididos, tienen desparpajo, lo saben todo sobre protección ambiental y aún no suelen medir más de un metro y medio. Son nuestros #pepedivers, que viene a ser lo que en mi generación llamaban JASP (jóvenes, aunque sobradamente preparados) y hoy llamarían PGB (pequeños grandes buzos).
Mahahual es un encantador pueblito de pescadores alejado del habitual ajetreo turístico de sus ciudades vecinas de Tulum, Playa del Carmen y Cancún. Y creo que no me equivoco si digo que es el último rincón de auténtico Caribe que le queda a México, ya que sigue conservando su autenticidad de población pesquera, asomada a las aguas turquesas del mar y donde todo es paz y tranquilidad.
A lo largo de estos últimos 20 años he tenido numerosas experiencias bajo el agua y en tierra firme, pero ha sido ante las mismísimas “puertas del cielo” donde me ha ocurrido uno de los episodios más extraños y surrealistas que recuerdo.